miércoles, 27 de diciembre de 2006

El último subterfugio: las palabras.

Siempre he creído, o mejor expresado: me ha gustado pensar, que llega un momento en la vida interior de las personas en el que no podemos poner orden en nuestras cosas, bien sea por fatiga, por desidia o tal vez sólo indolencia, y debemos recurrir a ese intangible acorazado que son las palabras.
Claro está, no todo el mundo recurre a éstas del mismo modo. En mi caso, después de tanto tiempo sin escribir, tengo la sensación de anquilosamiento entre renglón y renglón. No tengo, supongo, la fluidez de otro tiempo(esto no quiere decir que tuviera yo el prolijo verbo de Quevedo, ni muchísimo menos). Tampoco el recelo. Así pues, me queda sólo la necesidad de ellas. La necesidad de paliar el doloroso tedio escribiendo, en definitiva.
Me gustaría decir tanto, que creo que sólo podré divagar sobre lo que me gustaría decir.
En una ocasión, recuerdo unas palabras de Álvaro Mutis que definen lo que siento en este trance de mi vida: "Dondequiera que se viva, comoquiera que se viva, siempre se es un exiliado."En cualquier caso me alegra haberme vuelto a encontrar con este hábito, sin parangón, que es escribir.
Todo lo más hermoso siempre viene envuelto en palabras.

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